Ya he vuelto del viaje a Tenerife. En realidad regresé el miércoles, pero hasta ahora no había podido pasar las fotos al ordenador. Y si lo sé escribo antes porque las fotos han resultado ser un desastre y se salvan pocas que pueda enseñaros…
Para ser sincera el viaje no ha sido para tirar cohetes, o a lo mejor es que yo tenía muchas espectativas, pero el caso es que al final ni lo he pasado tan bien ni me ha apasionado la isla.
La verdad es que yo ya había estado en Tenerife, cuando tenía 15 años, así que hace un montón. Recordaba que ya entonces no me había gustado tanto y ahora me reafirmo en ello. No me matéis por favor, pero ninguna de las dos veces he llegado a tener buen feeling con la isla.
Bueno, os cuento el viaje y espero no enrollarme demasiado 😛
Volamos en el avión con mi primo el piloto a los mandos. Era la primera vez que viajábamos con él y la verdad es que está muy guay montarte en un avión siendo familia del piloto. Como el avión no iba lleno nos pasó a todos a primera clase y eso es otro mundo. La mayoría nunca habíamos ido en primera y parecíamos recién salidos de una película de Paco Martínez Soria, alucinando con todo xDD
Cuando llegamos a Tenerife nos estuvo enseñando la cabina con sus miles de botoncitos y nos hicimos fotos todos juntos dentro, parecíamos sardinas en lata 😆
Nuestro hotel estaba en el Puerto de la Cruz porque la boda de mi otro primo iba a ser en La Orotava. No podíamos imaginar que la diferencia de clima iba a ser tan enorme entre el norte y el sur de la isla. Mientras ahí en el norte todos los días estuvieron grises, con niebla y lloviendo en muchos momentos, parece ser que en el sur hacía un solazo de campeonato. A mí los días así de oscuros me deprimen y llegué a estar rayadísima, pensaba que allí hacía casi siempre buen tiempo…
Y encima todos los lugares que visitamos estaban en cuesta y empedrados, gran inconveniente si vas en silla de ruedas como yo 😦
Fuimos a Icod de los Vinos a ver el famoso Drago Milenario y al final pasamos de verlo por el horrible empedrado por el que mi silla apenas podía circular y porque resulta que cobraban… ¿Cobrar por ver un árbol? ¿Estamos locos o qué?
Lo bueno de ese día fue que a uno de mis primos le recomendaron que fuésemos a comer a un guachinche que se llama El Calderito de la Abuela donde comimos de lujo. Nos gustó tanto que volvimos el día antes de volver a Madrid.
El día de la boda fue raro de narices… Creo que nunca he estado en una boda con un ambiente tan extraño y tenso.
Mi primo (el novio) se acercó una sola vez a hablar con la familia, el resto del tiempo no nos hizo ni p*** caso. La novia se acercó sólo porque mi madre la llamó, nos dio un beso y se largó corriendo. Las familias de los novios no se conocían y ellos no se molestaron tampoco en presentarles. Vale que la familia de la novia era extranjera y no hablaban español, pero no sé, por lo menos presentar a sus padres…
Todo muy tenso, la familia de ella por un lado que no entendían el idioma y la novia pasaba de ellos. Nuestra familia por otro lado que tampoco nos hacían caso. Y los novios solamente con sus amigos.
¿Si no querían nada de la familia, por qué nos invitaron? ¿Para qué nos hicieron ir hasta Tenerife?
Y encima la boda era al aire libre, hacía un frío que pelaba y nos mataron de hambre. En fin, fue todo muy desastroso.
Al día siguiente de la boda fuimos a conocer la parte del Puerto de la Cruz donde estaban alojados el resto de mi familia y así comer con ellos y comentar la boda antes de que ellos regresaran a Madrid.
El penúltimo día decidimos ir al sur hartos ya de nubes y niebla. Y efectivamente, en el sur un sol radiante… Paseamos por el paseo marítimo de Playa de las Américas y luego buscamos dónde comer. Terminamos yendo al Restaurante Fresh, en Costa Adeje, donde también comimos fenomenal.
La vuelta a Madrid no fue tan guay porque ya no íbamos con mi primo en el avión y fuimos en clase turista como siempre, pero me dio mucha alegría regresar a casa después de un viaje tan raruno 🙂